CROQUETAS CASERAS
Últimamente parece que la palabra ARTESANO arrastra
connotaciones peyorativas, lo asociamos
a collares de bolitas y alambres, pulseras de hilos y ceniceros hechos con
latas de coca-cola… que también. La pena es que se pierde el sentido más puro y
romántico de la palabra, el que habla de un trabajo que implica talento y
experiencia, y el esfuerzo de prescindir de la tecnología innovadora para
ofrecer un buen producto y sus valores,
incluído el de la mano de obra, que por si se nos ha olvidado, es algo que
estamos dejando volar y, con ello, muchos puestos de trabajo.
El caso es… que todos preferimos unas buenas croquetas
caseras antes que una bolsa entera de las ultracongeladas megartificiales, o
no? Y si no sabemos hacerlas, bien nos gusta que nos las sirvan unos señores
mayores en un bar de los de “toa la vida”, nada de franquicias, queremos unas manos
expertas en hacer croquetas, y si puede ser, con la receta de los ancestros más
lejanos.
Pues bien, en eso queremos calidad, pero a la hora de vestir
parece que preferimos cantidad “a cualquier precio”, alegando que a nuestro
bolsillo le sale más rentable pero olvidando que a las vidas de muchos otros
niños les cuesta muy caro.
Yo no soy la voz de la conciencia de nadie, pero tengo que
defender mi trabajo (y el de todos los
artesanos) porque me parece que hacemos un esfuerzo laboral y ético que hay que
tener en cuenta. El que quiera, que lo comparta y valore los oficios
artesanales que intentamos poner un poco de cordura y sentido a este mundo de
locos, y el que no, por lo menos que luego no se queje de una crisis que
provoca principalmente el consumo monopolizado por cuatro grandes empresas.
Que tengáis felices compras y la suerte de disfrutar de unas
buenas croqueticas hechas con amor y buena compañía, que al final es lo que
importa.